Miloš Obrenović, príncipe del primer reinado
A mediados de 1815, comenzaron las negociaciones entre Obrenović y el gobernador otomano. Obrenović consiguió una forma
de autonomía parcial para los serbios y, en 1816, la Sublime Puerta (el gobierno otomano) firmó varios documentos para la normalización de las relaciones entre serbios y turcos. El resultado fue el reconocimiento del Principado de Serbia por el Imperio otomano. Aunque el principado pagaba un impuesto anual a Estambul, Serbia era, en la mayoría de los asuntos, un Estado independiente.
En 1817,
Obrenović consiguió forzar a Paşa (el gobernador otomano) a negociar un acuerdo no
escrito, dandose por finalizado el Segundo Levantamiento
Serbio. El mismo año, Karađorđe, el líder del primer levantamiento,
volvió a Serbia, pero sería asesinado.
Obrenović recibió el título de Príncipe de Serbia. En 1878, bajo el mandato de Milan I de Serbia , Serbia obtuvo la independencia completa por el Tratado de Berlín.
En la actualidad, la sociedad serbia es bastante nacionalista y xenófoba, al igual que otros territorios que en algunos momentos han sido sometidos a potencias o Estados ajenos. Este hecho no debe utilizarse como justificante de esa retrógrada ideología, sino como posible origen de la misma. El nacionalismo es, desde un punto de vista marxista, una táctica burguesa para seguir dividiendo a la clase obrera, buscando motivos en los que ésta pueda emplear su furia (la cual esconsecuencia del sistema de producción capitalista y no de estar sometido a una otra nación). Y desde un punto de vista progresista, demócrata, etc..., el nacionalismo extremo es denigrante, pues contiene tintes de intolerancia, que para nada son aceptados por una posición liberal-progresista.
En definitiva, estos hechos pueden servirnos para comprender el afán de ciertos territorios por la reivindicación de su cultura y lengua (Cataluña con su lengua y cultura frente a la españolización a la que ha estado sometida, Bulgaria y Serbia respecto al Imperio Otomano, etc...), pero en ningún caso para convertirlo en una estrategia política que, en muchos casos, está cargada de racismo y supremacia nacional.
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Pequeño "truco" para trabajos académicos: Hay que intentar no utilizar adjetivos calificativos como "retrógrado" ya que esto tiene muy de opinión o valoración personal. Recordad. Un historiador intenta comprender y explicar, no calificar.
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