miércoles, 7 de mayo de 2014

El advenimiento de las desigualdades

La opinión pública acepta pasivamente la existencia de élites cada vez más ricas



¿Caminamos hacia el ascenso de la sociedad de la desigualdad? ¿Se está produciendo una progresiva normalización, una creciente tolerancia y quizás una próxima legitimación de las desigualdades sociales? 

Existen inquietantes indicios que así parecen anunciarlo, como revela el programa de desmantelamiento del Estado de bienestar presentado por el gobierno holandés de coalición social-liberal.Ante todo, debemos constatar los hechos.

Es un fenómeno bien conocido y casi comúnmente aceptado que, como consecuencia de la crisis financiera internacional (gran recesión del crédito privado en 2008-2010 y segunda recesión de la deuda pública en 2011-2013), se ha producido en todo Occidente un extraordinario incremento de las desigualdades sociales (a diferencia de lo que ocurre en los países emergentes, que por el contrario están comenzando a reducirlas y suavizarlas). Las causas inmediatas son evidentes y esto se debe al fuerte descenso de las rentas del trabajo (con doble pérdida tanto de empleo como de salarios reales) y a la caída del gasto público en transferencias (protección del desempleo, pensiones compensatorias) y servicios sociales (educación, salud, etc) por efecto de la política de ajuste y austeridad fiscal, lo que ha determinado una considerable disminución de la renta familiar disponible.
Entre tanto, las rentas profesionales y empresariales de los agentes y sectores expertos en la globalización (servicios financieros, comerciales y digitales, especialmente) han crecido espectacularmente, contribuyendo a multiplicar los ingresos personales. Es por eso por lo que la distancia en términos de poder adquisitivo entre una élite cada vez más rica y unas bases cada vez más pobres está creciendo a gran velocidad, mientras los instrumentos fiscales de redistribución de la renta por imposición directa se reducen al mínimo a causa de la caída de la presión tributaria.

La consecuencia es el enriquecimiento de la minoría que gestiona la crisis a costa del desclasamiento de la mayoría de la población. Y aunque un hecho tan brutal choque frontalmente con el ideal democrático de igualdad entre todos los ciudadanos, este fortísimo ascenso de la desigualdad es pasivamente aceptado por la mayoría de la opinión pública, que lo interpreta con resignamiento como efecto inevitable de una crisis excepcional.
Pero como revela François Dubet, el problema es que la política de igualdad de oportunidades, por progresista que parezca genera imprevistos efectos contraproducentes. En lugar de reducir la desigualdad de las posiciones de llegada, lo único que logra es favorecer e impulsar la movilidad social entre unas y otras, que se hacen cada vez más desiguales.
Cuando las clases medias ya no pueden seguir creciendo como ha ocurrido en Occidente, la igualdad de oportunidades se convierte en una trampa porque como no hay puestos privilegiados para todos, cada vez son los menos los escogidos. Entonces la igualdad de oportunidades ya solo genera rivalidad y competitividad entre todos los concurrentes, mientras los perdedores se dejan ganar por el resentimiento.

En consecuencia se desata una guerra de todos contra todos movidos por la envidia social lo que generaliza el individualismo posesivo, la privacidad egoísta, las identidades sectarias, la desconfianza mutua y la polarización conflictiva. Esto genera el crecimiento de unas desigualdades sociales que acaban por normalizarse y legitimarse en nombre de la competitividad. Solo cabe apostar por la igualdad de posiciones, como recomienda hacer Dubet. Y esto exige restaurar la redistribución progresiva de la renta como única forma de recuperar la cohesión social, la confianza recíproca, la cooperación solidaria, el aprecio por las identidades comunes y la participación colectiva en defensa del interés general.

Periódico El País, 21 OCT 2013. Enrique Gil Calvo, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.

1 comentario:

  1. El artículo reproduce un artículo de prensa, lo cual está muy bien como material para el debate, pero no cuenta como entrada evaluable ya que no es personal. Se valora positivamente su publicación, por supuesto.
    Atentamente,

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