La historia de la mujer, se caracteriza sobre todo por
ser la historia de personas silenciadas y sometidas al poder de los hombres: la
historia de una marginación. Tradicionalmente, la mujer ha sido ignorada como
sujeto histórico, a pesar de esto, allí donde se mire, la presencia de la mujer
deja rastro, ya sea en el ámbito del hogar, como de la sociedad. Por ello,
aunque su voz ha sido silenciada durante siglos, hay que ver a la mujer como
partícipe de la historia, y no como un mero objeto.
Los siglos que nos ocupan, mantiene
la estructura familiar de los siglos anteriores, se innova poco.
En cuanto a los diferentes países, la situación de la
mujer varía muy poco, por ello trataremos características generales.
Mujeres,
trabajo y familia.
Los patrones de la época dictaban que lo que definía a
una buena mujer, era su relación directa con un hombre. Primero, dependerá del
padre, y después, del marido. A éstos debe honrarlos y obedecerlos.
El padre se dedicaba a cuidar a la hija, hasta poder
conseguir un acuerdo matrimonial. La familia era un reino en miniatura, los
padres no sólo mandaban sobre sus hijos, sino
que también, sino que también decidían quienes iban a ser los padres de sus
nietos.
Una vez casadas, se esperaba de la mujer que trabajase,
para poder colaborar en la manutención de la unidad familiar. Para poder evitar
que la mujer, con su salario, pudiese ser independiente-cosa que se veía como
algo antinatural, una aberración-los salarios femeninos eran bastante bajos, ya
que se daba por hecho que el hombre le daba un techo para poder cobijarse.
Las cualidades de la
perfecta casada incluían ser complaciente con el marido, siempre fiel, carácter
firme ante los hijos, más severa que tierna, para poder enderezarlos. Después venía el
gobierno de la casa, como autoridad indiscutible del servicio doméstico y en
último lugar, el velar por la economía doméstica.
En cuanto al trabajo, el objetivo era ayudar a su
familia con los costes de su manutención, acumular una dote y habilidades
laborales para atraer a un marido.
La etapa de la niñez de las hijas de los pobres duraba
relativamente poco, ya que la edad promedio para empezar a trabajar era a los
diez/ doce años.
Las niñas, aspiraban a puestos en granjas o como
criadas. En España, la mujer fue partícipe en actividades como el pastoreo,
vendimia o recogida de aceitunas.En el siglo
XVII, la servidumbre femenina constituía el mayor grupo ocupacional de la
sociedad urbana.
En la educación, a partir del siglo XVII, hubo
un ascenso en los niveles educacionales de las mujeres, aunque seguía sin haber
mucha variación respecto al siglo anterior, en el que la educación estaba
dedicada a los varones.
En relación al matrimonio, para la mujer había dos
destinos honorables, el del matrimonio o el de monja.
Un porcentaje escaso de mujeres se quedaban solteras,
en los siglos XVI y XVII, el porcentaje osciló entre el cinco y veinticinco por
ciento.
Las mujeres aristocráticas se casaban en menor
proporción que las de clase trabajadora. La dote, hasta para las familias más
adineradas, suponía un gran gasto, y la mayoría de los matrimonios servían para
establecer vínculos y estatus. Por tanto, la condición del matrimonio estaba
sujeta a la clase social: las mujeres no se casaban por debajo de su estatus.
Otra de las funciones de la mujer, era la de perpetuar
la especie. La mujer era vista como una vasija, un mero recipiente en el
proceso de la creación. Aunque la función de la procreación fue vista como una
función natural, no se reconoció la verdadera importancia del hecho de
perpetuar la vida.
Las familias aristocráticas y de clase media, eran mayores
debido a la temprana edad de casamiento y a la ausencia de períodos prolongados
de lactancia.
Como madre, la mujer tenía el papel de alimentadora. El
trabajo de la mujer consistía en cuidar al niño: cuando un bebé no estaba en la
cuna, estaba en brazos de su madre. Debía mantener al niño caliente, alimentado
y limpio.
A finales del siglo XVII, la crianza con una nodriza
causó mucha polémica.
Una vez superada la infancia, la mujer pasaba a tener
un papel de educadora, dependiendo el significado de esto de su clase social y
del lugar. La aristocracia contaba con niñeras, nodrizas y gobernantas para
estas tareas.
La madre se encargaba de enseñar a leer, en el caso de
que ella misma supiese, y también de que su hija adquiriese nociones básicas
para saber hablar, vestirse, correctamente.
El cuerpo, apariencia.
Las mujeres estuvieron identificadas
con sus cuerpos, al ser consideradas “úteros andantes” “varones imperfectos”.
En los siglos XVI y XVII, la higiene
corporal se alejó completamente del agua, otorgándole importancia a los
perfumes o los polvos como sustitutos.
La costumbre de bañarse, desapareció
casi por completo en estos dos siglos. Los baños públicos, se cerraron por
miedo al contagio de enfermedades como la peste o la sífilis.
En el siglo XVI, se extendió la
creencia de que la mujer podía quedar embarazada por los espermas de los baños
públicos. En el siglo XVII, se creía que el agua caliente te debilitaba.
En cuanto a la apariencia, en los
siglos XVI y XVII, se expendió el canon de belleza de un modelo más gordo,
dejando de lado las caderas angostas y los pechos pequeños.
Las enfermedades arrasaban, y para
diferenciarse de las que las sufrían, las mujeres de clases altas cuidaban su
figura para tener un aspecto “saludable”, para contrastar con los físicos
delgados debido a las enfermedades. La belleza se consideraba un atributo
necesario, pues la fealdad se asociaba con inferioridad social.
La vestimenta, en el siglo
XVI, llevaban bullones y acuchillados, además de faldas y sobrefaldas, jubones
y corpiños. La monarquía española impone un estilo de gran sobriedad en toda
Europa, caracterizado por el uso de colores oscuros y prendas ceñidas.
En el siglo XVII, domina la moda
francesa: verdugados anchos y aplastados,
corpiño y escote con gasas o encajes.
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