Madrid del siglo XVI
En el siglo XVI, la Villa de Madrid no tenía que ver con el
Madrid tal y como lo conocemos actualmente, pero para entender este cambio
debemos partir de la llegada de los Austrias y con ellos la formación de Madrid
como capital.
La 1ª mitad del XVI fue en gran parte la del reinado de
Carlos I y con él debemos destacar un Madrid que no permaneció estático sino
que no paró de crecer.
Carlos I no tuvo el apoyo de los castellanos por ser extranjero, esto sumado a la guerra de
las comunidades afectó a la vida de la Villa ya que la población se dividió en dos ramas: fieles al monarca, que no estaban organizados en un bando militar activo como la organización del Alcázar , lo que no podía ser admitido por los comuneros que terminaron haciéndose con el control en 1520. Justo antes de la rendición del Alcázar ambos bandos firmaron un pacto de mutuo
respeto a la persona y sus bienes. Es remarcable que con la derrota en
Villalar nadie tuvo más ganas de dárselas de revolucionario, además que
aplicar un castigo era muy difícil para el monarca, ya que los levantamientos
eran heterogéneos.
En esta mitad del siglo, es muy importante la batalla de
Pavía ya que Francisco I de Francia fue
capturado por las tropas imperiales y encarcelado en Madrid, pero a pesar de
ser prisionero causó gran sensación en la Villa. Según la leyenda, el monarca
francés llegó a levantar envidia a Carlos I. En 1526 se firmó la Concordia de
Madrid, en la cual Francisco I fue devuelto a Francia pero tuvo que dejar a sus
dos hijas como garantía del pacto.
En este reinado, el crecimiento urbano era imparable, se
operaba siempre en dirección levante porque el terreno facilitaba la
construcción. Los puntos limites del la Villa se hallaban en la Puerta de Atocha
(actual plaza de Antón Martín) y la Puerta de San Luis (actual Gran Vía). En
cuanto al crecimiento, también se llevaron a cabo la construcción de
fundaciones religiosas y monacales que
alejaron cualquier visión de que la Villa fuera un lugar mísero y mezquino.
En 1561, Felipe II comunicaría desde Toledo al concejal de
Madrid su decisión de trasladar la Corte a la Villa del Manzanares. Como ya se sabe la Corte siempre acompañaba
al monarca, pero la concepción de tal movimiento itinerante cambiará ya que en
el siglo XVI se percibirá como un gasto absurdo e innecesario.
Se desconocen los detalles exactos en cuanto al porqué de la
decisión del monarca. Se sabe que su mujer, Isabel de Valois, odiaba Toledo por
su clima. Además, la instancia de la Corte en Toledo tuvo algunos roces con el
Arzobispado y el pueblo toledano, que se quejaba por la subida de precios, que
solo terminaba beneficiando a los comerciales y posaderos.
Madrid, en cambio,
no era una gran ciudad; su organización urbana permitía reformas y
modificaciones; la nobleza era poco poderosa y muy manejable y no era sede
Arzobispal con lo que la Corte gozaba de total libertad. También, el monarca
debió tener en cuenta que Madrid se sitúa en el centro peninsular, en un punto
equidistante entre los extremos de la península, aunque la importancia está en que no es tanto un centro geográfico
como psicológico. Como consecuencia, la Villa fue el centro político de los
territorios del Imperio dominados por la Corona, además de ser el centro de la vida política,
económica, financiera y social de los reinos peninsulares. También se asentarán
las sedes de organizaciones como Hacienda o la Inquisición.
Por último, en cuanto a sociedad y cultura, a finales del
siglo XVI, en torno a los últimos años de la vida de Felipe II, la población
madrileña rondaría los 100.000 habitantes.
En cultura destaca, al igual que en
sociedad, un crecimiento de la arquitectura que hoy por hoy continúa para el disfrute de los ciudadanos.
Jose Miguel Retamar López
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