El Imperio Germano divide a los historiadores respecto a la
realidad que se vivió en él. Por un lado, estaba el imperio real en el cual se
encontraban desde principados o dominios eclesiásticos hasta condados y
ciudades libres pero, por otro lado, se encontraba el imperio teórico en el que
la figura del emperador estaba muy debilitada y su poder era limitado.
Lo que sí que está claro es que el impero, en el año 1500, lo
constituía los territorios de Suiza, Países Bajos, Bohemia (actual República
Checa), gran parte de Italia y por supuesto Alemania, que era el corazón del
imperio.
El papel de emperador no era hereditario, como lo eran las
monarquías de la época, si no que era electiva, y de esta elección se encargaba
la llamada Bula de Oro, que estaba
compuesta por 3 eclesiásticos y 4
seglares.
Para gobernar, el imperio tenía la Cancillería Áulica, el
Tribunal Imperial y la Dieta. Esta última estaba formada por los príncipes y se
encargaba de aprobar las reformas y las leyes que regían el imperio, lo que
constituía una gran pérdida de poder por parte del emperador.
El hecho de que el imperio no tuviera un ejército fijo y la
carencia de impuestos fijos hacía que el imperio sufriera una gran
inestabilidad, lo que fortalecía los poderes regionales, afianzando los poderes
de los distintos príncipes.
Durante le Edad Moderna todos los emperadores pertenecieron a la casa de los Hasburgo, siendo el primero de ellos Maximiliano I, el cual intentó una serie de reformas entre las que se encontraba la formación de una Cancillería que se encargaba de los estados patrimoniales, un Consejo y una Cámara. Aunque la idea era buena, fracaso debido a la situación socio-económica por la que pasaba el imperio y de la cual se beneficiaron los príncipes, ya que de haber salido adelante estas reformas, hubieran sido los grandes perjudicados ya que habrían perdido gran parte de su poder, así que el emperador tuvo que firmar la Dieta de Augsburgo, la formación de un Consejo de Estado, del que era presidente el emperador y del cual dependían las decisiones más importantes.
A la muerte del emperador Maximiliano I subió al poder su
nieto, Carlos V, mediante sobornos, lo que hizo que su poder se viera aún más
limitado que el de su abuelo. Carlos creo en Consejo de Regencia, al que cedió
los territorios austriacos de los Hasburgo a su hermano Fernando,
convirtiéndolo en rey de Hungría y Bohemia.
La estabilidad que tenía el imperio se vio amenazada por la
llegada del Luteranismo, el cual fue aprovechado por los príncipes una vez más
para perjudicar al emperador, el cual se vio obligado a firmar la Paz de
Augsburgo. Al fallecer, dividió su imperio y dejó los territorios de la parte
germánica a su hermano Fernando.
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