jueves, 13 de marzo de 2014

Grupo 9: Príncipes electores del Imperio

El Imperio Germánico era un conjunto de principados o ciudades estado que deriva del Imperio Carolingio. Se extendía en Europa Central y Occidental. Cronológicamente podríamos situarlo en la Edad Media hasta los inicios de la Época Contemporánea; aproximadamente desde 962 hasta 1806, fecha que coincidió con la llegada de Napoleón y la presión que este ejerció hizo que el Imperio quedara abolido.

El emperador del Imperio era un primus inter pares, es decir, literalmente el primero entre sus iguales. Lo que viene a significar que se trataba de un poder compartido por otras figuras como él. Como anteriormente hemos citado, se trataba de un conglomerado de principados. Cada territorio tenía su príncipe que gozaba de casi una total autonomía. Realmente el poder del emperador quedaba muy limitado. La monarquía era una mera ficción que se había convertido en la fuente de los privilegios de estos príncipes. El emperador contaba con algunas instituciones pero la mayoría dependían solamente de estos príncipes, por esta razón no podríamos hablar de un Estado Federal. Este poder tan descentralizado y con la existencia de un gran número de príncipes (llegaron a ser más de 200), era imposible que no hubiera conflictos ya que los emperadores comenzaron a tener pretensiones de ejercer un mayor control sobre todos estos principados. Un buen ejemplo sería el caso de Carlos V y su lucha contra los príncipes protestantes.


Pero no solo eso, además el emperador en el Imperio Germánico se elegía por una especie de élite, un conjunto determinado de estos príncipes, los llamados príncipes electores. Esta manera de colocar el título de emperador se llevaba practicando desde los orígenes del Imperio. En el siglo IX, el emperador era elegido por los cinco grupos más importantes: francos, sajones, bávaros, suabos y turingios. Posteriormente aunque se tuviera la elección como un derecho de todo el pueblo alemán, realmente ejercían este derecho los magnates eclesiásticos y laicos. Finalmente, el colegio de electores quedó establecido mediante la Bula de Oro de 1356.

La Bula de Oro (1356), creada por Carlos IV  para definir mejor el cuerpo de los príncipes electores, ya que la Dieta Imperial era una caótica asamblea de príncipes electores, irregularmente atendida y un instrumento débil. Este documento estaba compuesto por 31 artículos: cuatro de los cuales reglamentaban el curso de las monedas, disminuían los peajes y anunciaban la vuelta a la paz pública; los 27 restantes trataban sobre cómo debía de ser el proceso de elección imperial.

Por lo tanto, se establecían siete príncipes electores: los arzobispos de Maguncia, Colonia y Tréveres; y los cuatro electores laicos eran el rey de Bohemia, el conde Palatino, el duque de Sajonia y el margrave de Brandeburgo. Cuando el emperador fallecía, el arzobispo de Maguncia convocaba en Francfort del Main a los demás electores. La elección debía tener lugar antes de 30 días y el elegido tenía que tener un mínimo de cuatro votos. Después de esto la coronización se debía de realizar en Aquisgrán. Durante este periodo, el puesto temporal de emperador (provisor imperii) lo asumiría el conde Palatino del Rin.


Realmente la Bula de Oro no fue una creación novedosa, fue una manera de regular lo que ya se llevaba haciendo durante siglos. Con ella se suprimía la intervención en la elecciones del Papa y también que la coronación debiera de tener lugar en Roma. El problema de todo esto fue que los príncipes electores fueron más bien compañeros del emperador que súbditos.

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