La República de Venecia se
fundó como tal en el 421, y desde este momento se consideró importante su
estratégica situación geográfica, sobre todo por lo que suponía de cara a los
enfrentamientos con otras regiones, ya que impedía que fuese atacada por tierra
y dejaba solo la posibilidad de un ataque por mar.
Por
esto, los venecianos se centraron en el desarrollo de su flota, tanto militar como comercial,
puesto que el comercio por el mar Adriático –en un principio– y con todo el
Mediterráneo –más adelante– iba a ser su fuente de riqueza principal. Dicha
flota se consolidó como la mejor de la zona, lo que supuso una gran ventaja
frente al resto de los enclaves mediterráneos, los cuales no gozaban de una tan
avanzada.
Desde
sus inicios, la República de Venecia mantuvo rivalidad con Génova, en especial
a la hora de establecer el monopolio comercial de la zona que ambas abarcaban,
pero siempre salía vencedora Venecia y mantenía su hegemonía.
Otra
característica crucial de esta república fue el hecho de practicar la
tolerancia religiosa; convivían cristianos, judíos y musulmanes sin
discriminación alguna, es más, los judíos podían acceder sin ningún problema a
altos cargos de la administración, del comercio y de la industria. Además, la
República de Venecia comerció desde su nacimiento con estados islámicos, sin
dejar que la religión fuera un motivo en contra para limitar su expansión.
Durante el s. XIV, la República de
Venecia experimentó su mayor época de esplendor y auge: en 1380 se enfrentó a
Génova en combate, la cual resultó perdedora y tuvo que dejar reducida su
expansión tan solo al Mediterráneo occidental. Los venecianos empezaron a
conquistar territorios a lo largo de toda Europa y hasta el Medio Oriente, incluyendo
algunos situados entre Egipto e Inglaterra, por lo que su poder creció de
manera muy rápida en estos años. Conquistó Chipre en el 1489 y se estableció
oficialmente como potencia hegemónica del comercio mediterráneo.
Pese a
esto, con la caída de Constantinopla en 1453, comenzaron a intuirse sus futuros
problemas con el Imperio Otomano, que empezaba a alzarse fuerte y con esplendor.
El fin
de su etapa de expansión tuvo lugar cuando intentó conquistar territorios de
Italia, lo cual enfrentó a los venecianos con el Papa, que reunió a la Liga de
Cambrai para que luchara contra la república e impidiera su propósito. Venecia
no consiguió vencer a la Liga y tuvo que ceder territorios a España y Milán
para poder mantener su independencia.
A partir de entonces, le sucede una
época de clara decadencia en la que tuvo que lidiar constantemente con el poder
del Imperio Otomano y con sucesivas guerras que los enfrentaban a ambos. El
Imperio Otomano comenzó a conquistar territorios venecianos y a quitarlos de su
dominio, haciéndose así con el control de todo el Mediterráneo oriental, y
dejando a Venecia tan solo con algún territorio balcánico.
El
comercio por el Atlántico después del descubrimiento de América, empezó a
hacerle sombra al que había tenido la República de Venecia hasta entonces por
el Mediterráneo, lo que hizo que quedara relegado a un plano muy inferior, por
detrás de Portugal y de los Países Bajos y del Imperio Otomano.
El fin
de la República de Venecia llegó con las guerras napoleónicas: no las pudo
hacer frente, pues el ejército francés era muy superior en número y en técnicas
respecto al suyo. Los venecianos acabaron rindiéndose en el 1797, y esto supuso
el fin de la república.
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