lunes, 14 de abril de 2014

Grupo 2. Manual: El despegue económico de Europa en el Siglo XVIII


  • La locomotora del crecimiento: el comercio

El tema está dividido en dos puntos: en el primero se abordan de forma breve las razones por las que aumentó la actividad comercial y el número de comerciantes en el Siglo XVIII,  y sus consecuentes beneficios; lo que el autor denomina “el atractivo del comercio”. El siguiente punto está, a su vez, dividido en cinco puntos: que tratan, por una parte, los dos tipos de comercio: terrestre y marítimo; y por otra, las áreas en las que este comercio tuvo lugar: área mediterránea, Báltico y por último el Atlántico.

El comercio, durante el Siglo XVIII, fue la actividad que más estimuló el crecimiento económico debido en gran parte a su dinamismo. El propio funcionamiento de esta actividad estimula también el aumento del número de comerciantes, lo que tuvo un papel decisivo en el desarrollo de este sector. Durante este siglo, hubo una gran disminución de la especulación en el comercio, ya que la regulación y la estabilidad en el sector eran mayores. Por último, otra de las razones del gran atractivo del que gozaba el comercio era la política comercial, adoptada por la mayoría de los gobiernos del Siglo XVIII.

La mayoría del comercio se realizó entre mercados locales y regionales, dentro del espacio europeo. En general, durante el Siglo XVIII aumentan las rutas y los intercambios.

El comercio terrestre comienza sus transformaciones en el siglo XVIII; se llevan a cabo dos cambios de gran importancia: por una parte aumenta la seguridad en las rutas, lo que estimuló la regularidad y la intensidad del tráfico en las vías terrestres; y por otra parte, comienza la disminución de las barreras institucionales que afectaban a los transportes interiores europeos; los peajes se trasladan desde las fronteras interiores a las exteriores. Este último fue un cambio lento y difícil, debido en parte a los problemas económicos que conllevaba la eliminación de estas barreras.

En el comercio marítimo hubo muchas más transformaciones que en el terrestre, no obstante este último era superior cuantitativamente. Disminuyen los costes, aumenta la seguridad en las marinas europeas; y las incertidumbres y riesgos de la navegación se redujeron considerablemente. Por otro lado, la competencia en ultramar de los estados europeos fue un estímulo de gran importancia a la hora de mejorar los sistemas de construcción naval. Y por último, el proceso de selección de puertos en los que se concentraba el tráfico marítimo tuvo un efecto muy positivo de contratar comerciantes, capitales e ideas, lo que ayudó a expandir el comercio marítimo.

En el área mediterránea, a pesar del desplazamiento del centro del tráfico marítimo desde el área mediterránea al Atlántico (conocido como “giro atlántico”) consiguió un importante crecimiento durante el Siglo XVIII. Esto se debe al propio crecimiento de los países ribereños y a la reactivación del comercio con el Imperio Otomano.

Desde la Edad Media se había desarrollado un circuido de intercambios entre el mediterráneo y el Báltico; y durante el Siglo XVIII, el interés por esta zona, hasta entonces controlada por los holandeses, aumentó en gran medida. Todas las marinas europeas necesitaban los productos de esta área comercial en grandes cantidades. Esto provocó la competencia entre los holandeses y el resto de Europa, principalmente británicos. A esta competencia, se sumó el crecimiento económico de varios países de aquella región: Suecia, Rusia y Alemania.

A pesar del crecimiento del tráfico marítimo en el Mediterráneo y el Báltico, ambas regiones cumplieron un papel secundario, al contrario del área atlántica .Destacan los puertos de: Amsterdam, Londres, Liverpool, Nantes, Burdeos, Lisboa y Cádiz. Fueron los encargados de organizar la mayor parte del tráfico marítimo europeo; también proporcionaban los medios de pago del conjunto del comercio, y de una parte destacada de la economía europea.

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