LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA
¿Qué era el Tribunal de la Santa Inquisición? ¿Y cuál fue su origen?
También llamado Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue una institución fundada oficialmente en 1478 por los Reyes Católicos.
Si bien la fecha oficial de su fundación fue 1478, no sería hasta el año 1480 cuando funcionaría a pleno rendimiento tras percibir un nutrido fondo monetario para sus actividades.
Pero debemos hacer un apunte en cuanto a la creación del Tribunal del Santo Oficio, pues anteriormente existieron en los reinos de Castilla y Aragón, dos instituciones que impartían justicia como posteriormente haría la Inquisición Española.
Estas dos instituciones eran de diferente índole, en el caso de Castilla, era llamada Inquisición Episcopal y estaba formada por Obispos que ejercían justicia dentro de sus diócesis, pero que no mostraban demasiado interés en los casos de herejía.
En el caso de Aragón, la institución se llamaba Inquisición Pontificia, que al contrario que su homónima castellana, daba mucha importancia a los casos de herejía.
Se cree que la creación de la Inquisición fue a consecuencia de la conversión de los judíos que se produjo durante el siglo XIV, conversiones en su mayoría falsas que se hacían para poder evitar la muerte.
Características de la Inquisición Española
Las principales características de la Inquisición Española fueron la elección de los inquisidores por el rey, no por el papa, y que los procesos no eran apelables en Roma.
El primer inquisidor sería Tomás de Torquemada, que ostentaría el título de Inquisidor Supremo de Castilla, Aragón y Sicilia, y que formaría un consejo llamado supremo, compuesto por cinco ministros.
Los tribunales estaban formados por dos jueces letrados y un teólogo, tenían el trato de Señoría y debían vestir traje eclesiástico.
También había un fiscal acusador y un juez de bienes que era el encargado de tasar las posesiones que le eran confiscadas a los acusados. Otra de las figuras importantes de estos tribunales fueron los notarios, que se encargaban de escribir todo lo que sucedía en el juicio, lo que decía el acusado, la sentencia e incluso las torturas que se aplicarían en el proceso.
También existían miembros inquisitoriales fuera de los tribunales ordinarios, estos eran los comisarios y los “familiares”, los primeros se encargaban de la difusión de los edictos del Tribunal Inquisitorial, en especial el edicto de fe que se leía durante los oficios religiosos.
Los “familiares”, por su parte, tenían el deber de vigilar y proteger a los miembros del Santo Oficio, y ayudar a los comisarios en su trabajo.
Un dato curioso era que todos los miembros que pertenecían a la Inquisición disfrutaban de una indulgencia plena mientras duraran sus funciones.
Procesos y acusaciones
La Inquisición Española tenía una serie de procedimientos que incluían los interrogatorios durante la tortura y la pena de muerte en la hoguera.
La tortura estaba a orden del día, y consistía en primer lugar en mostrarle al acusado la sala de torturas, en la muchas ocasiones de esta manera se conseguía una confesión. Pero en muchas otras los acusados se negaban a hablar, momento en el que se procedía a impartir tortura de forma física.
Algunas de las torturas más utilizadas por la Inquisición española fueron las siguientes:
Los ajusticiamientos se realizaban por norma general de forma individual, pero en algunas ocasiones el Tribunal Inquisitorial se encontraba ante una horda de acusados. En estos casos se procedía a realizar un “Auto de fe”, procesos en los que eran juzgados varios individuos que por norma general estaban acusados de los mismos delitos.
Uno de los Autos de fe más grandes realizados en España , fue el Auto de fe de Logroño el 7 y 8 de noviembre de 1610, un auto de fe en el que se juzgó a 53 personas acusadas de brujería, y en el que morirían 11 de los reos.
Aquelarre (Francisco Goya) |
Las acusaciones fueron realizadas gracias a testimonios de los habitantes de Zugarramurdi, localidad navarra de la que procedían los acusados.
El inquisidor encargado de este proceso fue Alonso de Salazar y Frías, que si bien realizó una exhaustiva investigación en el caso, no logró creer las acusaciones en su totalidad.
De hecho, al finalizar el proceso, Salazar afirmó en sus textos que se había tratado de una enfermedad mental que había invadido las mentes de los lugareños.
Esta sería la concesión del inquisidor Alonso de Salazar y Frías, tras la entrega de su informe a la Suprema el 24 de marzo de 1612, tras la “reconciliación” de unas 1802 personas gracias a los “edictos de gracia”:
<<No he hallado certidumbre ni aun indicios de que [se pueda] colegir algún acto de brujería que real y corporalmente haya pasado. […] Y así también tengo por cierto que en el estado presente, no sólo no les conviene nuevos edictos y prorrogaciones de los concedidos, sino que cualquier modo de ventilar en público estas cosas, con el estado achacoso que tiene, es nocivo y les podría ser de tanto y de mayor daño como el que ya padecen. No hubo brujas ni embrujados en el lugar hasta que se comenzó a tratar y escribir de ellos.>>
En este enlace se pueden ver los documentos que se utilizaron durante el proceso de Logroño: http://www.vallenajerilla.com/berceo/gildelrio/autodefe.htm
Bibliografía:
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