La Confederación Helvética se componía de territorios disgregados, en este caso cantones, para los cuales la opción de reforma sirvió de unión en contra de Roma y del Imperio.
Cada cantón era absolutamente autónomo, grandes inquietudes religiosas, prevenciones contra el papado, fondo anticlerical...
El artífice de la reforma suiza fue Ulrico Zwinglio, de la misma generación de Lutero y con importantes influencias del mismo. Su reforma se basó en intentar llevar a su nueva iglesia una organización y un modo de vida basado en las enseñanzas del Evangelio.
Zwinglio fue nombrado predicador principal de la colegiata de Zurich, lugar desde comenzó su tarea reformadora.
Su proceso ideológico, gradual y reflexivo, mantiene claras influencias tanto erasmitas como luteranas.
Atacó prácticas que consideraba poco evangélicas como el ayuno y la abstinencia, otros temas que criticó duramente fueron la autoridad papal, así como los votos y el celibato clerical.
El consejo de la ciudad aprobó las ideas de Zwinglio, progresivamente la ciudad se fue adhiriendo a las nuevas ideas de reforma, se destruyeron las imágenes de las iglesias, se suprimió la misa papista y la ciudad quedó sin procesiones, ni cánticos, ni campanas.
La fe y las actitudes se regularon en su Breve instrucción cristiana, pequeño catecismo pensado para ayudar a la gente sencilla.
Zwinglio tuvo que enfrentarse a otras reformas religiosas, pero sobre todo al luteranismo.
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