Durante la Edad Media ya empezaba a haber una crisis de
conciencia religiosa y de desconfianza hacia los representantes de la Iglesia.
Los Papas podían llegar a tener un gran poder y los gastos en obras de arte
eran inmensos (estaban inmersos en la elaboración de la estatua de la Piazza Nabona y la Basílica de San Pedro). Por eso nació la necesidad de crear las indulgencias, es decir,
el pago por el perdón de tus pecados. Era una época donde reinaba un clima de angustia ante la
idea del más allá, ya que la muerte era muy cercana. La Iglesia era vista como un paso hacia eso.
Lutero era un hombre de elevada espiritualidad. Ya desde el
principio fue anidando en él la preocupación ante el juicio de Dios y la
predestinación del hombre. Situaba a Dios en el centro de su fe, siendo Él
mismo quien otorgaba justicia y salvación. Su teoría era que el hombre
estaba justificado por la fe, y no por sus obras; eso se convirtió en la base de
su doctrina.
Lutero se formó en la conocida como “devotio moderna”, un
movimiento religioso surgido en la Baja Edad Media como respuesta a la
necesidad de reforma. Destaca por promover una religiosidad más individual e
íntima y una relación del creyente con Dios a través del conocimiento de las
Sagradas Escrituras. Tiene una gran importancia para la posterior reforma
luterana.
En octubre de 1517, colgó en una iglesia de Wittenberg las
noventa y cinco tesis, donde atacaba duramente el tema de las indulgencias.
Destacaba claramente que no había necesidad de hacer obras de caridad para
llegar a la salvación. Hubo numerosas traducciones de las tesis, así como una
gran expansión gracias a la reciente imprenta. Esto fue atacado por la Iglesia
y provocó su excomulgación, así como el rechazo de este intento reformista.
Una gran parte de Europa, sobretodo el norte, acoge estas
nuevas ideas. Muchos lugares pasaron a llamarse lo que aquí consideramos “protestantes”. Ellos se llaman a sí mismos: “evangélicos”.
Esto hizo reaccionar a la Iglesia celebrando así el conocido
Concilio de Trento. Se establece una normativa muy severa: celibato eclesiástico
por ley mientras antes era por tradición, la Inquisición, etc. Esto supone una
gran diferencia. Por un lado, los protestantes querían que todos leyeran la
Biblia, lo que suponía un gran avance ya que gracias a eso se alfabetiza gran
parte de la población. Este hecho provoca una enorme diferencia entre el norte y
el sur de Europa, que se queda más atrasado.
Cuando finalmente se reunieron, la larga duración de este
Concilio dio por sentado una mayor veneración a los santos y a la Virgen, la
reserva de la interpretación de las Sagradas Escrituras exclusivamente a la
Iglesia, la idea de la salvación del ser humano por medio de la fe y las buenas
obras y una mayor moralización del clero entre otras muchas decisiones.
El Concilio de Trento, convocado por el Papa Paulo III, no
sólo pretendía responder a la Reforma protestante, sino también fijar el dogma
católico tras la degradación a la que la Iglesia había llegado en el siglo XVI.
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