En la España del siglo XIX se produjo una industrialización tardía respecto a otras zonas de Europa e incompleta, ya que a principios del siglo XX la mayor parte de la Península seguía teniendo una economía predominantemente rural, solo Cataluña y el País Vasco se habían incorporado al proceso de industrialización de la Europa occidental.
España no se industrializó plenamente en el siglo XIX por varias razones:
- El atraso agrario.
- La escasa capacidad de compra de la inmensa mayoría de la población.
- La escasez de energía y de materias primas.
- La gran cantidad de capitales absorbidos por la Hacienda Pública en forma de deuda.
- La posición geográfica periférica de España en Europa que elevaba el coste del transporte.
- La inestabilidad política durante buena parte del siglo.
La industrialización se inició en Cataluña ya a finales del siglo XVIII con una incipiente textil algodonera que incorporó las primera máquinas de hilar. Este desarrollo temprano fue sofocado por la Guerra de la Independencia. Las medidas liberalizadoras de la economía de los gobiernos progresistas (supresión de gremios, abundancia de capitales repatriados tras la independencia de las colonias) favorecieron el despunte de la textil catalana, que a partir de 1830 instaló las primeras máquinas de vapor y se mecanizó a buen ritmo. La producción abastecía al mercado interior, sin embargo era una producción pequeña comparada con la de otros países de Europa. Los factores ya mencionados limitaron su desarrollo e impidieron que se convirtiera en el motor de la industrialización española.
En la segunda mitad del siglo XIX, la siderurgia acompañó al textil como sector industrial punta. El desarrollo de la siderurgia requiere carbón y hierro.En el último tercio del siglo XIX se produce una fuerte expansión de la producción minera, especialmente del carbón asturiano y del hierro vasco. El carbón no era de buena calidad y por ello siempre dispuso de una alta protección aduanera (como pasará posteriormente con muchas otras materias primas para intentar favorecer el desarrollo industrial). El hierro permitió la consolidación de una importante industria siderúrgica en el País Vasco. El centro de la producción era Vizcaya, que poseía minas de hierro y una larga tradición de ferrerías. La siderurgia vizcaína despegó sobre todo a partir del último tercio del siglo con la importación de carbón galés, más barato y de mayor valor calorífico que el asturiano.
Con el ferrocarril llega la revolución del transporte por su velocidad, capacidad de carga y reducción de los costes. La primera línea fue Barcelona-Mataró (1848), pero su construcción de produjo en sucesivos impulsos, primero con la Ley de Ferrocarriles del Bienio (1855) y finalmente con la Restauración. Su construcción se financió con una serie de subvenciones del Estado, pero el capital fue francés. Su trazado. red radia con centro en Madrid, no era el más idóneo, ya que dificultaba las comunicaciones internas entre los principales centros industriales; el ancho de la vía era superior al europeo, lo que hacía más difíciles las comunicaciones con Europa. La construcción del ferrocarril español no fue el motor de la industrialización del país, porque todo el material necesario se importó desde Francia. Todo ello limitó el potencial del ferrocarril en España, pero facilitó el intercambio de mercancías y personas y contribuyó a las articulación del mercado interior, aún muy fragmentado por el atraso de muchas regiones.
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