lunes, 26 de mayo de 2014

GLOBALIZACIÓN: ¿BUENA O MALA?



        Para tratar este asunto, lo primero que se debe hacer es intentar comprender lo mejor posible el término de “globalización”. Dependiendo de qué fuentes se consulten, la respuesta puede ser más o menos específica, o apuntando más hacia la teoría o hacia la práctica.

La Real Academia de la Lengua Española, por ejemplo, define la palabra como “la tendencia de los mercados y de las empresas a extenderse, alcanzando una dimensión mundial que sobrepasa las fronteras nacionales”.

De acuerdo al FMI, Fondo Monetario Internacional,  "la globalización es una interdependencia económica creciente del conjunto de países del mundo, provocada por el aumento del volumen y la variedad de las transacciones transfronterizas de bienes y servicios, así como de los flujos internacionales de capitales, al tiempo que la difusión acelerada y generalizada de tecnología".

A pesar de las diferentes definiciones, todas tienen en común el hecho de identificar la globalización como una expansión económica libre de fronteras, es decir, con el establecimiento de una red mundial no sólo económica sino también social, cultural y política, por lo que lo más acertado es identificarla como un proceso fruto de la consolidación del capitalismo.
Este proceso, como ya se ha dicho, tendría repercusiones en todos los ámbitos ya que ha favorecido, en gran medida, a las tecnologías de comunicación e información, por ejemplo, puesto que se han puesto a disposición de los usuarios nuevos medios capaces de ser utilizados en pro de la economía.




           
La globalización es puesta en marcha principalmente por los gobiernos de los diferentes países y las grandes empresas o multinacionales, los cuales elaboran acuerdos entre sí de cara a enriquecer, en la teoría, a su país.

Todo esto trae a su vez tanto ventajas como desventajas y críticas; la globalización supone una mejora en la entrada de productos importados, así como un mayor número de consumidores y mucho más acceso a productos de todo el mundo, no solo nacionales. Desde hace varias décadas se viene explotando la teoría de que el hombre no es capaz de vivir aprovechando tan solo el territorio que lo rodea, sino que necesita de empresas que pongan a su disposición medios y productos que ofrezcan una buena calidad de vida. Los países desarrollados lo tienen claro: la globalización es buena, ayuda a su economía y a sus relaciones internacionales en diversos aspectos. Además, con sus inversiones en países en vías de desarrollo los ayudarían a florecer mucho más rápido y a favorecer una igualdad en todo el mundo.

Pero a día de hoy no se puede decir que la globalización sea llevada a cabo de la mejor manera posible, por lo que estas consecuencias supuestas directas de ella no están resultando así. Es cierto que los países del primer mundo han visto una oportunidad clara en este proceso, ya que poseen medios suficientes como para llevarlo a cabo; pero el problema está en que muchas multinacionales y muchos gobiernos no buscan beneficios para los países o para la población mundial, sino que solo buscan enriquecerse a sí mismos, lo que lleva a tachar la globalización en sí como algo malo.






En realidad, los países tercermundistas no salen beneficiados con ella, sino todo lo contrario: al no tener medios para imponerse frente a las grandes economías de los países desarrollados, cada vez tienen menos oportunidad de avanzar y prosperar, puesto que se ven más y más empobrecidos por culpa de las deudas externas que les genera el consumo de productos importados desde fuera en lugar de los suyos propios. Y no solo eso: las empresas multinacionales corruptas se aprovechan de esta situación de debilidad de los países más necesitados, explotando a los trabajadores de sus fábricas, apropiándose de hábitats naturales y ocasionando daños irreversibles causados por la contaminación.

Está claro que esto no es la globalización, pero hay que aceptar que hoy en día sí que es una de las malas aplicaciones o una de las malas comprensiones del término, ya que se deja de buscar un bien común para conseguir un beneficio propio por parte de la minoría adinerada y con los recursos suficientes. Claro ejemplo de esto es uno que últimamente suena mucho por los medios de comunicación españoles: la llegada de inmigrantes surafricanos a España. Todos hemos oído en las noticias que se prohíbe su entrada en nuestro país por falta de documentación etc., pero ¿acaso nos hemos planteado por qué tienen en realidad esa necesidad de jugarse la vida como lo hacen por venir a un país en el que ni siquiera hay suficiente empleo para los propios habitantes? Empresas multinacionales se han dedicado a quitarles las tierras a sus trabajadores, se adueñan de miles hectáreas cultivables y fértiles para instalar sus fábricas, arrebatándoles las pocas posibilidades de sobrevivir a esas personas que no disponían ya de ningún medio con el que salir adelante más que su propio trabajo. ¿De verdad tiene esto moral por alguna parte? ¿Cómo es posible que los gobiernos y las diferentes asociaciones en pro de la humanidad pacten con las firmas acuerdos así? La respuesta es sencilla, lo que nosotros ahora llamamos “globalización”, entendiéndola desde este aspecto pésimo al que algunos la han llevado, hace unos cuantos años se denominaba “dinero”. Simplemente. Y como ya he dicho anteriormente, el poder hace corruptas a las personas y dejan de interesarse por los demás, buscando solo lo mejor para ellos, exclusivamente.


Desde mi punto de vista, entonces, habrá que empezar a valorar hasta qué punto es ético comprar unas zapatillas que han sido producidas por personas en bajísimas condiciones laborales, cobrando un salario mínimo con el que apenas pueden vivir.


          Con todo esto se llega a la conclusión de que la globalización es un proyecto que, teóricamente, tiene las mejores características y propósitos para hacer del mundo un lugar mejor para todos, pero que, a la hora de la verdad, al tener que ser llevada a cabo por los humanos, también está destinada a verse corrompida y malentendida, de tal modo que acaba enriqueciendo más a los ricos y quitándoles lo poco que tienen a los pobres. Ojalá se llegue a ver un mundo en el que todos tengamos acceso a lo mismo sin diferencias por haber nacido en un hemisferio u otro del planeta…

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